Se ha muerto el pobre. Después de convivir con
nosotros durante diecisiete años, se ha muerto.
Un día perdió la luz. Con ese simple gesto nos dejó
inconscientes de la ausencia. Siempre he asociado la cantidad de luz en un
frigorífico con la cantidad de cosas que hay: a más luz… menos cosas. Este,
discreto y tímido, perdió la luz y nosotros perdimos la consciencia de cuando
había que ir a comprar porque la luz abundaba. Poco a poco empezamos a mirar
otras variables a la hora de hacer la compra y nos acostumbramos a su íntima oscuridad.
Cuando cogías a escondidas alguna cosa que no debías…, como no había luz,
parecía todavía más a escondidas porque el frigorífico nos guardaba el secreto.
Sí, después de miles de hora compartiendo con
nosotros su ruido, personal, característico e intransferible, ha dado por terminada
su existencia: nuestro frigorífico se ha parado, se ha muerto.
A la hora de ir a comprar otro frigorífico que sustituyera
al antiguo, algo a nuestro alrededor olía a traición: “claro, ahora, como ya no os sirvo, me substituís. TRAIDORES”. Con
ese cargo de conciencia nos dirigimos a la tienda de electrodomésticos. Los
blancos y aceros lucían al fondo, en la sección del frigorífico, y a medida que
nos acercábamos, más resonaba en nuestros oídos la frase alusiva a la traición.
Pero, no había otro remedio: el cambio era urgente.
A la hora de decidirnos, dos modelos estaban a la
par en la balanza de los pros y los contras: un modelo de la misma marca que
nuestro querido frigorífico antiguo, y otro modelo de una marca alemana, no
hace falta citarla aquí. Mismo precio, mismas dimensiones, mismas prestaciones
pero… uno nacional y el otro de importación.
“Señorita, ¿usted
qué opina? ¿Cuál nos aconseja?” “Evidentemente el de importación, ¡ES ALEMÁN! Y
ya se sabe… todo lo alemán es… de mucha calidad”.
No hemos traicionado a nuestro viejo frigorífico
hasta ese punto. Hemos comprado uno nacional porque… los alemanes ya están
saliendo de la crisis y nosotros no, porque las instrucciones vienen primero en
español y no en otros idiomas; porque… leyendo las mismas letras en la puerta
del frigorífico (FAGOR) mantenemos el cariño por lo antiguo, por lo nuestro,
por lo familiar.
Además, qué caramba, ¿ya compran los alemanes cosas
nuestras? PUES ESO.