Bienvenida

"Escritor es quien se gana la vida escribiendo". A mi... solo me gusta escribir, ... necesito escribir. ¿Si me leen? Alguno hay que se aventura. ¿Eres tú uno de ellos?

lunes, 11 de octubre de 2010

Si, el bosque ya huele a otoño


No recuerdo desde cuando, seguramente mucho antes de que yo fuera capaz de recordar.


Las primeras lluvias de otoño nos hacían sonreír: cada gota era la promesa de una posible cosecha de setas.
Llegaban los sábados, apresurados sábados de infancia y, todavía masticando el último bocado, allá nos lanzábamos los cuatro, andando de camino al bosque.
Mi madre calzaba unas botas de agua de media caña; mi padre unas chirucas, eternas chirucas irrompibles olvidadas durante todo el año y recordadas justo antes de salir; mi hermana y yo calzábamos… no recuerdo qué, quizás sonrisas, quizás tiempo compartido después de toda una semana encerrados con los libros, madrugones y luz artificial.
¿Cestos? Dos, uno mi madre y otro mi padre. Mi hermana y yo colaborábamos con el que teníamos más cerca. A mí me gustaba seguir a mi padre porque se metía por los sitios más complicados, sinónimo de aventura, de fantasía, de … sueños. Recuerdo una vez que tanto me compliqué entre los arbustos que tuvo que venir el perro a “salvarme”: me agarré a su cola y me ayudó a salir. Siempre lo celebramos: “Liber” (así se llamaba el perro) el héroe.
Aprendí los nombres de las setas entre la inseguridad de mi madre, siempre dudando, y la seguridad de mi padre, introduciendo cada temporada nuevas especies en el catálogo familiar. Incluso recuerdo sus frases cuando ahora respondo, ilusionado, a las preguntas de mi hijo.
Sí, ha llegado el puente y hemos ido al bosque. Ya no vamos andando, entramos hasta el alma de las sombras con el coche. Entre muchas setas desconocidas enseguida vemos las conocidas por todos: compresas, latas, botellas de plástico…, si te fijas bien, en las entradas cercanas a la carretera se puede ver incluso algún condón.
¿Aún no sé por qué nos hace tan feliz encontrar setas? El gasto de gasolina, el tiempo y los sudores valen más de lo que vale un kilo en el mercado, sin embargo, qué feliz nos hace poderlas recoger en lugar de comprar.
A menudo llego a la conclusión de que cada seta robada a la hojarasca es un guiño a mi infancia, un momento con mis ocho o diez años, un segundo con nuestras llamadas por el bosque, intentando situarnos en el espacio; una suerte, una heroicidad, un abrazo estrecho con la tradición vivida.
Sí, el bosque ya huele a otoño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario